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La ejecución del genocidio de haitianos y domínico-haitianos de 1937 (I)

Prof. Rafael Dario Herrera

Publicado: 26/01/2022

La ejecución del genocidio de haitianos y domínico-haitianos de 1937 (I)

<p><strong>Prof. Rafael Dario Herrera</strong></p>

<p>Solo la amplia solidaridad de los montecriste&ntilde;os, unidos por v&iacute;nculos afectivos con esa indefensa poblaci&oacute;n, pudo evitar que la ciudad se ba&ntilde;ara de sangre por completo.</p>

<p>A sabiendas de las consecuencias y reacciones internacionales que generar&iacute;a la acci&oacute;n genocida, la burocracia del r&eacute;gimen complement&oacute; el discurso pronunciado por Trujillo en la Casa del Pueblo de Dajab&oacute;n, el 2 de octubre de 1937, con diversos dispositivos. Uno de ellos fue un oficio, del 4 de octubre, remitido por el teniente coronel Manuel Emilio Castillo (Ni&ntilde;&iacute;n), jefe del Departamento norte del Ej&eacute;rcito, al capit&aacute;n Jos&eacute; de Js. Rojas, comandante de la 19.&ordf; Compa&ntilde;&iacute;a, el cual envi&oacute; tambi&eacute;n, por instrucciones de Trujillo, al secretario de Estado de la Presidencia, junto con una copia del discurso de Trujillo, a fin de que la misma &ldquo;quede debidamente informada de los sucesos que se est&aacute;n desarrollando en la l&iacute;nea fronteriza del Norte; y para que, en caso de que se produjera alguna reclamaci&oacute;n del Ministro haitiano, esa Secretar&iacute;a est&eacute; bien documentada&rdquo;.</p>

<p>En dicho texto, preventivo ante cualquier reclamaci&oacute;n internacional, e indicativo de que fue una aniquilaci&oacute;n intencional, se informaba que el Gobierno no tolerar&iacute;a que se continuara &ldquo;violando y pisoteando&rdquo; la frontera ni el territorio nacional por la invasi&oacute;n pac&iacute;fica e implantada de forma maliciosa desde hac&iacute;a tiempo por los haitianos contra los pac&iacute;ficos agricultores y hacendados dominicanos a quienes les estaban robando sus frutos y sus ganados, pues conforme al Tratato entre la Rep&uacute;blica Dominicana y Hait&iacute;, aprobado por el Congreso Nacional:</p>

<p>&ldquo;[&hellip;] no puede ser violado el territorio nacional y esa voluntad rec&iacute;proca de dicho contrato, que es un pacto de derecho internacional p&uacute;blico, porque tiene el car&aacute;cter general y obligatorio de las leyes interiores, no puede destruirlo la voluntad de uno solo, mientras ella y la otra parte contratante no acuerden modificarlo, o un principio de derecho internacional donde queden rotas las relaciones diplom&aacute;ticas con una declaraci&oacute;n de guerra [&hellip;]. Todo atentado abusivo e improcedente, le costar&aacute;, a quien osare pisotear el sagrado derecho de nuestra integridad, el precio de la vida&rdquo;.</p>

<p>En septiembre de 1937 el Gobierno ya hab&iacute;a emitido una disposici&oacute;n que ordenaba salir del del territorio a todos los haitianos que no justificaran su nacionalidad dominicana. Esto permiti&oacute; a los militares arreciar el apresamiento de haitianos que deambulaban por toda la zona norte y la frontera desprovistos de documentos de identidad, en violaci&oacute;n a la Ley de Inmigraci&oacute;n 1343, promulgada por el Congreso Nacional que consignaba la obligatoriedad de inscribirse en la Direcci&oacute;n General de Inmigraci&oacute;n a todos los extranjeros residentes en el pa&iacute;s.</p>

<p>Como resultado de esta operaci&oacute;n, encomendada al general Fausto Caama&ntilde;o, entre mayo y junio de 1937 se repatriaron m&aacute;s de 8,000 haitianos, para lo cual se dispuso de una flota de camiones. Sin embargo, gran parte de los haitianos deportados retornaban con facilidad al pa&iacute;s atra&iacute;dos por la industria azucarera.</p>

<p>En este proceso de repatriaci&oacute;n, y probablemente vislumbrando la acci&oacute;n que se aproximaba, los sacerdotes jesuitas al frente de la Misi&oacute;n fronteriza, expidieron numerosas partidas de bautismos, que era el &uacute;nico certificado posible de &rdquo;nacionalidad&rdquo;, a numerosos haitianos indocumentados para lo cual colocaban los nombres de dominicanos ya fallecidos en dichas actas. (Jos&eacute; Luis S&aacute;ez,&nbsp;<em>Los jesuitas en la Rep&uacute;blica Dominicana</em>, vol. I (1936-1961), 1988, p. 69).</p>

<p>Otras disposiciones adoptadas por el Ej&eacute;rcito inclu&iacute;an el traslado a la frontera de tropas del Ej&eacute;rcito procedentes de otros lugares del pa&iacute;s, la asignaci&oacute;n de sables especiales a los agentes perpetradores, el reclutamiento de civiles y convictos para integrarlos a la masacre. En muchos casos las personas acaudaladas deb&iacute;an pagar para evitar que se llevaran a sus hijos a matar haitianos.</p>

<p>Asimismo, se impartieron instrucciones espec&iacute;ficas a los soldados sobre el delicado &ldquo;servicio&rdquo; y la advertencia de que deb&iacute;an guardar absoluta discreci&oacute;n, bajo pena de sanci&oacute;n severa. El coronel Manuel Emilio Castillo instruy&oacute; a los comandantes del Ej&eacute;rcito en Montecristi y Dajab&oacute;n a mantener la frontera casi cerrada, vigilar a todo extranjero que pisara territorio dominicano, controlar y vigilar a los sacerdotes, a los haitianos sobresalientes de la frontera, controlar las correspondencias y lograr que la justicia procediera en los eventuales encuentros.</p>

<p><strong>Los inicios de la matanza masiva</strong></p>

<p><a href="https://i0.wp.com/litteranova.com/wp-content/uploads/2022/01/Matanza-haitianos1.webp?ssl=1"><img alt="" src="https://i0.wp.com/litteranova.com/wp-content/uploads/2022/01/Matanza-haitianos1.webp?resize=618%2C348&amp;ssl=1" style="float:right; margin:5px auto; width:618px" /></a>Aunque se inici&oacute; el 24 de septiembre, d&iacute;a de la virgen de Las Mercedes, como lo recuerdan todos los alcaldes ped&aacute;neos y habitantes fronterizos, la masacre se ejecut&oacute; con mayor intensidad a partir del 2 de octubre en las diversas provincias del Cibao. La matanza no afect&oacute; a los braceros haitianos ca&ntilde;eros residentes en los bateyes adyacentes a los ingenios azucareros, la mayor&iacute;a de ellos propiedad de empresarios norteamericanos, aunque fueron sometidos a estrictos controles de entrada y salida del pa&iacute;s. De hecho, a los ingenios Porvenir y San Fe se les autoriz&oacute; la importaci&oacute;n de 300 y 1,200 braceros de las Antillas Menores.Sin embargo, para la zafra de 1937-1938 los ingenios encontraron escollos para la contrataci&oacute;n de braceros debido a que Trujillo redujo de 70 a 40 el porcentaje de trabajadores extranjeros, haitianos y cocolos, que estos pod&iacute;an emplear, como &ldquo;medida policial y para protecci&oacute;n de la raza&rdquo;.</p>

<p>Aunque la matanza masiva se concentr&oacute; en las provincias fronterizas de la Regi&oacute;n Noroeste, tambi&eacute;n se pas&oacute; una &ldquo;orden circular&rdquo; a los comandantes militares de los destacamentos de Santiago, Montecristi, Puerto Plata, Duarte y Barahona, y a quienes, &ldquo;asombrados&rdquo;, solicitaban explicaciones se les requiri&oacute; a cumplir la orden. En Santiago, el tenebroso general Jos&eacute; Estrella congreg&oacute; un grupo de matones, y junto a un grupo de j&oacute;venes, se traslad&oacute; a la yuquera de Quinigua donde asesin&oacute; con cuchillo a todos los haitianos all&iacute; residentes as&iacute; como en las comunidades contiguas, apropi&aacute;ndose de sus bienes. En el campo de Experimentaci&oacute;n de Puerto Plata asesinaron a los haitianos con garrotes y pu&ntilde;ales. En otros pueblos como Nagua, Cabarete y Sos&uacute;a los matones emplearon armas de fuego. Entre Santiago y Montecristi fueron asesinados todos los haitianos. (Rufino Mart&iacute;nez,&nbsp;<em>Hombres dominicanos. Trujillo y Heureaux</em>, t. III).</p>

<p>La cohorte de perpetradores la conformaban civiles reclutados de forma forzosa, asalariados del Partido Dominicano quienes ten&iacute;an asignada un arma de fuego y estaban acostumbrados a realizar &ldquo;servicios&rdquo; o encomiendas espec&iacute;ficas para liquidar a los opositores del r&eacute;gimen. Adem&aacute;s, fueron incorporados al Ej&eacute;rcito, en calidad de &ldquo;reservistas&rdquo;, numerosos presos de confianza. Se asesin&oacute; de manera indiscriminada a todas las personas de piel oscura, a los haitianos errantes en los caminos, a campesinos, ni&ntilde;os, mujeres, ancianos, jornaleros, peque&ntilde;os comerciantes y agricultores, muchos de ellos nacidos en el pa&iacute;s y otros que ten&iacute;an varias d&eacute;cadas residiendo en territorio dominicano y que, por lo tanto, no se pod&iacute;an calificar como inmigrantes temporales o estacionarios.</p>

<p>En Mao, donde resid&iacute;a una importante poblaci&oacute;n de haitianos y dom&iacute;nicos-haitianos que laboraban en las plantaciones arroceras como jornaleros agr&iacute;colas, en el comercio, como dom&eacute;sticas, lavanderas y en labores artesanales, el siniestro grupo de asesinos asol&oacute; la poblaci&oacute;n y se estima que aniquil&oacute; a unas 500 personas de piel oscura. En la memoria colectiva todav&iacute;a perdura el nombre de ellos: Avelina, Moquea, Sili&eacute;n, Des&aacute;, Llovelo, Juan, etc. En algunos casos, los matones eliminaron algunos dominicanos de tez oscura como Desiderio Disla, nativo de Las Matas de Santa Cruz, hecho que provoc&oacute; la indignaci&oacute;n de la poblaci&oacute;n mae&ntilde;a y motiv&oacute; el apresamiento de un conocido sicario al servicio de la dictadura.</p>

<p>Personas de la &eacute;poca atestiguan que los cad&aacute;veres de los haitianos asesinados los transportaba en una carreta el sepulturero de la ciudad, Abraham Minier, quien los depositaba en las fosas previamente construidas por personas reclutadas por el Ej&eacute;rcito, a poca distancia de la ciudad. El grupo de fieros asesinos respet&oacute; la vida de los jornaleros haitianos que laboraban al servicio de la Hacienda Bogaert, de Mao, los cuales hab&iacute;a tra&iacute;do el ingeniero Louis Libert Bogaert Leunis (1866-1935) desde su finca La B&uacute;cara de Jacagua, Santiago, cuando empez&oacute; a talar bosques para la siembra de arroz y otros rubros agr&iacute;colas. Sin embargo, luego de la matanza de 1937 y durante toda la dictadura de Trujillo los jornaleros haitianos dejaron de laborar en las fincas arroceras.</p>

<p><strong>La matanza en la provincia de Montecristi</strong></p>

<p><a href="https://i0.wp.com/litteranova.com/wp-content/uploads/2022/01/Matanza-haitianos.webp?ssl=1"><img alt="" src="https://i0.wp.com/litteranova.com/wp-content/uploads/2022/01/Matanza-haitianos.webp?resize=618%2C348&amp;ssl=1" style="float:left; margin:5px auto; width:618px" /></a>La gran masacre aconteci&oacute; en la extensa provincia de Montecristi, que comprend&iacute;a las extensas comunes de Dajab&oacute;n y Sabaneta, pues en ella resid&iacute;a la mayor cantidad de haitianos y dom&iacute;nicos-haitianos, sobre todo en el extenso espacio comprendido entre Dajab&oacute;n y Restauraci&oacute;n que colindaba con la parte norte de la que luego ser&iacute;a la provincia sure&ntilde;a de El&iacute;as Pi&ntilde;a. Seg&uacute;n el censo de 1920, en la provincia de Montecristi resid&iacute;an 10,972 haitianos, 5,779 hombres y 5,193 mujeres, mientras el censo de 1935 registr&oacute; un total de 8,442 haitianos.</p>

<p>Desde mediados del siglo XIX, en la ciudad de San Fernando de Montecristi habitaba una considerable cantidad de haitianos que laboraban como zapateros (Roberto Pea), barberos (Celi&uacute; Mois&eacute;), carniceros (Fran&ccedil;ois Sons&oacute;n), hojalateros, alba&ntilde;iles (Lamatine Volny) y carpinteros. Muchos otros trabajaban en el servicio dom&eacute;stico (lavanderas y cocineras) o como simples jornaleros.</p>

<p>En el municipio de San Fernando de Montecristi la masacre se inici&oacute; en La Granja donde resid&iacute;a una comunidad de pescadores haitianos cuyo alcalde era un refugiado pol&iacute;tico haitiano, Poulemon de Ansien, quien cuatro o cinco d&iacute;as antes de iniciarse la matanza, se present&oacute; al hospital p&uacute;blico de la ciudad y le inform&oacute; a un enfermero amigo suyo, Juan Canalda, que en dicha comunidad hab&iacute;an asesinado y herido una gran cantidad de haitianos con armas blancas, y que por la forma en que fueron asesinados se pod&iacute;a inferir que fue obra de los guardias o personas allegadas a ellos.</p>

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<p>&nbsp;</p>

<p>De retorno a La Granja, Poulemon trat&oacute; de persuadir a sus compatriotas de que se marcharan hacia Hait&iacute;, pero por aferrarse a los bienes que pose&iacute;an, estos acogieron sus consejos y a los pocos d&iacute;as fueron liquidados sin piedad. Posteriormente, esta playa fue utilizada para recluir a los haitianos que ser&iacute;an asesinados.</p>

<p>Esta versi&oacute;n oral de Poulemon fue confirmada por el alba&ntilde;il haitiano Lamatine Volny, quien al momento de la matanza ten&iacute;a 24 a&ntilde;os residiendo en Montecristi, y el 6 de octubre de 1937 confes&oacute; que a la medianoche del 2 de octubre guardias dominicanos arrestaron alrededor de 50 haitianos que resid&iacute;an en las afueras de la ciudad y destruyeron todas sus pertenencias, luego de lo cual lo trajeron a la ciudad. Volny, aconsejado por amigos dominicanos, abandon&oacute; su mujer, muebles y ajuares y escap&oacute; hacia Hait&iacute;. (J. M. Troncoso, &ldquo;An&aacute;lisis de las declaraciones juradas a las autoridades judiciales haitianas, en J. I. Cuello,&nbsp;<em>Documentos&hellip;,</em>&nbsp;1985)</p>

<p>La celeridad con que se iniciaron los hechos provoc&oacute; desconcierto, terror, indignaci&oacute;n y dolor. La poblaci&oacute;n haitiana residente en la ciudad de San Fernando de Montecristi fue ultimada de manera inmisericorde por la pandilla de criminales que encabezaba el conocido palero Jos&eacute; Antonio Jim&eacute;nez (Bal&aacute;) y su s&eacute;quito de genocidas, cuyo cat&aacute;logo de instrumentos mort&iacute;feros inclu&iacute;a cuchillos, pu&ntilde;ales, machetes, bayonetas y garrotes. Tanta sed de asesinar ten&iacute;an los miembros del Ej&eacute;rcito, y los llamados reservistas que le acompa&ntilde;aban, que intentaron liquidar al &uacute;nico m&eacute;dico de la ciudad, el Dr. Felipe Guiteaux, graduado en Par&iacute;s, casado con una profesora alemana que impart&iacute;a clases de piano en la ciudad.</p>

<p>Los inmigrantes establecidos en la ciudad desde mediados del siglo XX procedentes de las islas Turcas y Caicos tuvieron que huir despavoridos para evitar ser asesinados pues eran de piel oscura al igual que los haitianos. Este importante colectivo de s&uacute;bditos ingleses tuvo una gran incidencia en el desarrollo urbano de la ciudad pues eran personas muy laboriosas que construyeron todas las casas con estilo anglo antillano de la ciudad, establecieron las primeras logias, fueron los primeros profesores de aritm&eacute;tica e ingl&eacute;s, trasmitieron su tradici&oacute;n culinaria a los montecriste&ntilde;os, (Rafael Dar&iacute;o Herrera,&nbsp;<em>Montecristi. Entre campeches y bananos</em>, Santo Domingo, 2006)</p>

<p>La mayor&iacute;a de las v&iacute;ctimas llevaba d&eacute;cadas residiendo en la ciudad, en tanto otros que nacieron all&iacute;, nunca hab&iacute;an cruzado la frontera, y de acuerdo con la Constituci&oacute;n, les correspond&iacute;a la nacionalidad dominicana por el&nbsp;<em>jus soli</em>&nbsp;vigente en ese momento. Los militares vestidos de civil y los matones no discriminaban para asesinar brutalmente a ni&ntilde;os, mujeres y ancianos, sin importar que estos portaran alg&uacute;n documento que los identificara como dominicanos: actas de bautismo, c&eacute;dulas personales de identidad y, en casos minoritarios, pasaportes.</p>

<p>Solo la amplia solidaridad de los montecriste&ntilde;os, unidos por v&iacute;nculos afectivos con esa indefensa poblaci&oacute;n, pudo evitar que la ciudad se ba&ntilde;ara de sangre por completo, hecho que no pas&oacute; desapercibido para el Ej&eacute;rcito, ya que el Jefe Militar del pueblo remiti&oacute; al comandante del Departamento Norte una relaci&oacute;n de las personas que protegieron a los haitianos. En los primeros d&iacute;as de octubre, el comandante del Ej&eacute;rcito en Montecristi emiti&oacute; una circular en la cual solicitaba a los habitantes de la ciudad una relaci&oacute;n de todos los haitianos a su servicio.</p>

<p>De acuerdo con el informe confidencial estos fueron: Louis F. Green, norteamericano, que condujo varias sirvientas suyas hasta la frontera; Friederich Rudolf Grosshart, de nacionalidad alemana, socio de la Compa&ntilde;&iacute;a Comercial (antigua Casa Jimenes), quien traslad&oacute; a una joven hasta Santo Domingo; Rafael Menieur (Fello), escondi&oacute; a varios en su casa; el exs&iacute;ndico Arcadio Tav&aacute;rez, protegi&oacute; a uno escondi&eacute;ndolo en su hogar; Arcadio S&aacute;nchez, diputado, ten&iacute;a a una sirvienta escondida e inform&oacute; que esta se le fug&oacute; de su domicilio donde la ten&iacute;a retenida para su deportaci&oacute;n; Juan Luis &Aacute;lvarez, comerciante, le prest&oacute; protecci&oacute;n y ayuda a los haitianos para que se fugaran.</p>

<p>Tambi&eacute;n Y&iacute;a Virgil, empleada de La Salina, ocult&oacute; a varios en su vivienda; Fonso Virgil, &ldquo;ten&iacute;a dos mujeres escondidas, y los haitianos le dec&iacute;an El C&oacute;nsul, pues era quien se ocupaba de todos los asuntos que a ellos se les ofrec&iacute;a con el pago de la inmigraci&oacute;n&rdquo;; Pablo Cambero, fung&iacute;a como pr&aacute;ctico de los haitianos y Matilde Perell&oacute;, &ldquo;ten&iacute;a once haitianos escondidos en un subterr&aacute;neo y cuando hubo un receso en las deportaciones los despach&oacute; a la frontera con el chofer Pablo Castillo&rdquo;.37</p>

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