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Del escarabajo de Mujica, al cepillo del maestro Negrito

El escarabajo, de origen alemán, pero que se fabrica en México, donde la Volkswage

Publicado: 03/02/2023

Del escarabajo de Mujica, al cepillo del maestro Negrito

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<p>Por Alfonso Tejeda</p>

<p>El escarabajo, de origen alem&aacute;n, pero que se fabrica en M&eacute;xico, donde la Volkswagen conserva una f&aacute;brica, fue pensado como &quot;un coche del pueblo&quot; -el que la gente de a pie pudiera permit&iacute;rselo por ser pr&aacute;ctico y asequible- ha tenido una vida ligada en diferentes etapas a movimientos, como el de los hippies, que desafiaba el statu quo, y al que ayud&oacute; a simbolizar.</p>

<p>En Rep&uacute;blica Dominicana ha tenido diferentes apreciaciones, que van desde el terror que viajaba en ellos con los temidos criminales del funesto Servicio de Inteligencia Militar (SIM) en la tiran&iacute;a Trujillista, hasta ser &quot;tasador&quot; de riquezas, como aquel que siempre le recuerdan a Leonel Fern&aacute;ndez, que al final de los 70s, reci&eacute;n graduado de abogado en la UASD&nbsp; y comenzaba su labor de profesor, adquiri&oacute; su primer veh&iacute;culo, un &quot;cepillo&quot; azul, del que despu&eacute;s pas&oacute; a otros m&aacute;s potentes: un Toyota -tambi&eacute;n de su peculio-&nbsp; pero ahora monta otros de alta gama.</p>

<p>De ese &quot;cepillo&quot; de Leonel se sabe poco, y est&aacute; lejos de compararlo con uno similar, que puede ser del mismo modelo, pero que funciona y que hoy se ha convertido en un referente de la humildad, la cautela y el buen cuidado de su due&ntilde;o, Jos&eacute; Mujica, tambi&eacute;n dos veces expresidente, pero de Uruguay, quien sigue montando su antiguo escarabajo, que demuestra es un portento de la ingenier&iacute;a alemana, y tambi&eacute;n que es un valor de la &eacute;tica y la conducta de la administraci&oacute;n de los recursos p&uacute;blicos.</p>

<p>Record&eacute; ambos veh&iacute;culos al ver a Lula Da Silva, el presidente brasile&ntilde;o, montar orondo en el estrecho asiento del emblem&aacute;tico escarabajo de Mujica, mostrando su contento junto a este, en un paseo del que quiz&aacute;s Lula no sepa si esa &quot;bola&quot; le puede salir costosa.</p>

<p>El nuevo presidente del Brasil, en este su tercer mandato, concita la atenci&oacute;n, y brega con la tensi&oacute;n generada por su regreso al poder, marcado por la esperanza y por la aprehensi&oacute;n de una realidad en la que de su cuestionado pasado resaltan carencias &eacute;ticas que se potencian frente a su compa&ntilde;ero de viaje.</p>

<p>Contempor&aacute;neos en la lucha pol&iacute;tica revolucionaria de Am&eacute;rica Latina, Mujica y Lula son de los l&iacute;deres de esa &eacute;poca que por v&iacute;a legal alcanzaron el poder en sus pa&iacute;ses, que aunque vecinos, la l&iacute;nea fronteriza los separ&oacute;, como mandatarios, m&aacute;s all&aacute; de la divisi&oacute;n terrenal: el uruguayo es un referente de &eacute;tica, de humildad, sobriedad y desprendimiento, que alent&oacute; una corriente en la izquierda superadora de aquella inm&oacute;vil y cerrada, de esa izquierda que desprecia los matices, de la que potencia la imposici&oacute;n.</p>

<p>En este mandato de Lula se espera que sea, cuando menos, reparador de los anteriores, en los que el Partido de los Trabajadores implant&oacute;, a lo interno y luego al exterior, un esquema de corrupci&oacute;n que dinamit&oacute; sus bases y las del Brasil, as&iacute; como en otros pa&iacute;ses de la regi&oacute;n, tarea en la que Lula fue &quot;lobbista&quot; principal de Odebrecht, tal como el caso dominicano, d&oacute;nde &eacute;l y su sucesora Dilma Rouseff, hicieron inflar en mil millones de d&oacute;lares el costo de la cuestionada generadora el&eacute;ctrica Punta Catalina, y lograron implantar las oficinas de la empresa brasile&ntilde;a desde donde sal&iacute;an los recursos y propuestas de sobornos a otros pa&iacute;ses y gobiernos.</p>

<p>Al ver esa foto de Lula y de Mujica, tambi&eacute;n record&eacute; otro veh&iacute;culo de ese modelo, el del maestro Negrito, que en Ciudad Nueva -cerca del Palacio de Justicia-, que desde hace a&ntilde;os brega con su discreto &ldquo;cepillito&quot;, el que muchas veces se niega a continuar la ruta no obstante estar lleno el &quot;gal&oacute;n pl&aacute;stico&quot; que funciona como dep&oacute;sito de gasolina.</p>

<p>Recordando esos tres veh&iacute;culos en una tarde sin &quot;oficio&quot;, pretendiendo &quot;matar el tiempo&quot; (ese que Cheo Zorrilla, en su relato &quot;Si vas a mi pueblo, amigo&quot;, atinadamente advierte que &quot;es el tiempo que te mata ti&quot;), resalta una l&iacute;nea: el ejercicio del poder es una brega cotidiana, tal como la del maestro Negrito, que desde la persistente disposici&oacute;n a la humildad encuentra ecos en la figura del temple de Mujica, para ense&ntilde;ar c&oacute;mo administrar los bienes p&uacute;blicos.</p>

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