En su poema canto a Tamboril Elsa Brito dice: 'Tamboril, te repito tu canto, en mi línea trazada a mi antojo con luceros por ámbar, con savia de grama, sudores silentes de obreros que cantan, un laurel hermoso de copa gigante, y la historia sacra de un samán que alberga los sueños y risas del que hilvana cuentos en noches de luna'.
Publicado: 19/02/2023
<p><strong><em>Por Eleuterio Martínez</em></strong></p>
<p>Publicado originalmente en el <a href="http://www.listin.com.do/">Listin Diario</a> del 23 de Mayo 2000.</p>
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<p>Tamboril, tierra pródiga de hombres egregios, su historia nos la cuentan árboles centenarios que registran fielmente las huellas del siglo XX, al pie de los cuales se le hará un merecido homenaje a Tomás Hernández Franco y otros hijos ilustres.</p>
<p>Todo árbol es una leyenda viviente, pero existen gigantes verdes que por su forma, su estructura, la edad y la armonía que le imprimen al entorno, se convierten en monumentos naturales, en verdaderas y enigmáticas catedrales de la naturaleza. La figura no se puede recrear verbalmente. Es imposible. Cualquier intento sería en vano a menos que usted penetre bajo su corona y se cobije con el embrujo de su sombra bienhechora, matizada con gotitas de luz que se filtran entre el follaje y las ramas horizontales, inclinadas, sinuosas y verticales que parten de un tronco majestuoso, imponente, que expresa toda la fuerza y el misterio que esconde la madre naturaleza en cada una de sus expresiones.</p>
<p>En Tamboril, como en ninguna otra zona de la región del Cibao, crecen portentosos árboles de samán (Samanea samán), que desarrollan copas redondas extraordinariamente grandes y en forma de sombrilla. Lamentablemente están siendo eliminados para dar paso al desarrollo urbano, a las obras públicas y a las actividades humanas de las más diversas índoles. Una de las motivaciones más grandes del que visita esta tierra, y supongo que debería ser un orgullo para sus moradores, era llegar al centro del pueblo para contemplar estas obras de arte de la naturaleza atrapadas en medio de la trama urbana; sin embargo, casi todos los samanes de las plazas públicas, de los recodos de las calles y los patios de las residencias, ya han desaparecido.</p>
<p>¡Qué lástima que el país no disponga de una ley u ordenanza jurídica que los proteja, como ocurre en otras naciones, ni de una conciencia ciudadana que pueda valorar y salvaguardar estos monumentos naturales, estas catedrales vivientes, cuya longevidad se acerca o rebasa la centuria!, algunos de ellos todavía se encuentran en los portales o los patios de las residencias de familias distinguidas de pueblo-historia, como los Hernández y los Martínez. ¡¿Quién hace justicia por ellos?! Estas festividades de aniversario podrían ser el punto de partida.</p>
<p><strong>Por Eleuterio Martín</strong></p>