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La Restauración: Necesaria y aún vigente

Fotografía de medio cuerpo de Buenaventura Báez, militar y expresidente de la República. AGN

Publicado: 17/08/2023

La Restauración: Necesaria y aún vigente

<p>En el fondo, lo sucedido comport&oacute; alianzas m&uacute;ltiples de factores sociales, pol&iacute;ticos y territoriales. Colaboraron indistintamente campesinos y burgueses, antiguos santanistas y baecistas, sure&ntilde;os y cibae&ntilde;os.</p>

<p>Hoy, retrospectivamente, se est&aacute; en condici&oacute;n de visualizar que, salidas las tropas espa&ntilde;olas, todos estos intereses buscar&iacute;an espacios para su reubicaci&oacute;n.</p>

<p>En realidad, las tensiones subyacentes estuvieron presentes todo el tiempo, pero encontraban resoluci&oacute;n por el imperativo de obtener la victoria. Pepillo Salcedo, el primer presidente restaurador, fue derrocado y ejecutado por su declarado prop&oacute;sito de reinstalar en la presidencia a Buenaventura B&aacute;ez.<img alt="La Restauración: Necesaria y aún vigente" src="https://external.fsti6-1.fna.fbcdn.net/emg1/v/t13/6605067091179520850?url=https%3A%2F%2Feldia.com.do%2Fwp-content%2Fuploads%2F2023%2F08%2FAGN-3p01.jpg&amp;fb_obo=1&amp;utld=com.do&amp;stp=c0.5000x0.5000f_dst-jpg_flffffff_p500x261_q75&amp;_nc_eui2=AeFGFTbSqthrfzcnIw-sv1zWwBMgGn7ymWnAEyAafvKZabyE1iXAEDEimIdKiF__rEXNBCtOMAVnIQ8RrrVO0-aV&amp;ccb=13-1&amp;oh=06_AbG9I9PCrTfbr6d2Plmkc5uxDsImOcsY4kaH4fzTBVtznQ&amp;oe=64E00857&amp;_nc_sid=ca20c4" /></p>

<p>Quien dirigi&oacute; esta acci&oacute;n, Gaspar Polanco, fue el &uacute;nico general santanista durante el periodo republicano que se uni&oacute; en la primera hora a las huestes de campesinos y que por tal circunstancia fue colocado como jefe supremo del ej&eacute;rcito dominicano.</p>

<p>Tras el 11 de julio de 1865, fecha de finalizaci&oacute;n de la retirada de las tropas espa&ntilde;olas, el factor que de inmediato hizo crisis fue la contraposici&oacute;n de los intereses regionalistas. Dentro de su complejidad la Restauraci&oacute;n fue tambi&eacute;n un medio de los dirigentes cibae&ntilde;os para establecer su hegemon&iacute;a a escala de toda la Rep&uacute;blica.</p>

<p>Ciertamente se defend&iacute;an frente a las exacciones del centralismo burocr&aacute;tico previo y al mismo tiempo entend&iacute;an que eran ellos los que ten&iacute;an las condiciones para implantar el orden nacional, beneficioso a todos.</p>

<p>No lo entendieron as&iacute; los generales del sur, algunos de ellos ya definidos en torno a ciertos postulados liberales, quienes a las pocas semanas de paz desconocieron la constituci&oacute;n que estipulaba que la sede del gobierno se encontraba en Santiago.</p>

<p>As&iacute;, la pugna entre sure&ntilde;os y cibae&ntilde;os atraves&oacute; al mismo conglomerado reducido de jefes militares que se hab&iacute;an acercado a los principios liberales. De un lado estaba Jos&eacute; Mar&iacute;a Cabral, pero del otro el derrocado Pedro Antonio Pimentel, ambos prohombres del sedicente Partido Nacional, expresi&oacute;n carente de sustancia, ideada por los intelectuales que recibieron la protecci&oacute;n de jefes como Gaspar Polanco y Gregorio Luper&oacute;n, cada uno inmerso en actuaciones que denotaban la fragilidad y la dispersi&oacute;n de que fueron v&iacute;ctimas los conductores de la gesta.<br />
Vuelve el anexionismo.</p>

<p>Lo sustantivo fue que estos vac&iacute;os, conflictos y dilemas dieron por resultado la recuperaci&oacute;n del conservadurismo en su matriz program&aacute;tica del anexionismo. Su fundamento ahora pasaba a localizarse en los caudillos que precisaban, por su falta virtual de un prop&oacute;sito nacional, de la superposici&oacute;n de &eacute;lites pol&iacute;ticas capaces de gestar un gobierno.</p>

<p>Resulta a todas luces estremecedor que al cabo de cuatro a&ntilde;os de concluida esta gesta paradigm&aacute;tica de la libertad de los dominicanos se suscribiese secretamente una intenci&oacute;n de acuerdo para entregar la soberan&iacute;a dominicana a los Estados Unidos en calidad de territorio, lo que equival&iacute;a a posesi&oacute;n colonial.</p>

<p>En 1871 se convoc&oacute; a una supuesta elecci&oacute;n, bajo un r&eacute;gimen de terror con el apoyo de la gran mayor&iacute;a de generales y del campesinado, en que solamente 11 personas habr&iacute;an votado en contra de la anexi&oacute;n a Estados Unidos.</p>

<p>El viejo orden<br />
En definitiva se restaur&oacute; en cierta manera el orden existente antes de 1861. Pero la historia no pod&iacute;a ir para atr&aacute;s, como bien quer&iacute;an muchos de los actores.</p>

<p>La Restauraci&oacute;n dej&oacute; un sedimento que no pudo ser borrado y que se expres&oacute; en la aparici&oacute;n como fuerza pol&iacute;tica con opci&oacute;n de poder del liberalismo.</p>

<p>El conflicto pol&iacute;tico dej&oacute; de ser exclusivo del entorno conservador por cuanto la cuesti&oacute;n vigente radicaba en el afianzamiento del Estado nacional. Aunque minoritarios y hasta cierto punto aislados, los liberales ten&iacute;an de su lado las circunstancias del avance de la historia a partir de una realidad que en proporci&oacute;n decisiva estaba marcada por los efectos de la restauraci&oacute;n reci&eacute;n transcurrida.</p>

<p>Se hab&iacute;a puesto de relieve la factibilidad de que la acci&oacute;n del pueblo derrotase a un r&eacute;gimen anexionista. Todav&iacute;a m&aacute;s importante fue que la experiencia demostraba la incompatibilidad del dominio extranjero directo con los intereses gen&eacute;ricos de los dominicanos. Esto, por supuesto, no se reduc&iacute;a a una cuesti&oacute;n econ&oacute;mico-social en la medida en que de por medio obraba el sentido de la dignidad que deparaba un orden nacional.</p>

<p>Fuera de toda duda, la magnitud de la guerra nacional perme&oacute; las miras de las &eacute;lites y reconfigur&oacute;, por consiguiente, el panorama pol&iacute;tico e ideol&oacute;gico en el sentido de consolidar el hecho nacional con ingredientes antes desconocidos.</p>

<p>Por todo ello es acertada la definici&oacute;n de Hostos de que la Restauraci&oacute;n fue la verdadera Acta de Independencia del pueblo dominicano. Y lo fue adicionalmente porque inaugur&oacute; una historia irreversible de profundizaci&oacute;n del hecho nacional que, a la larga, termin&oacute; descartando las expectativas anexionistas de una porci&oacute;n de las &eacute;lites burocr&aacute;ticas y comerciales dirigentes.</p>

<p>Ahora bien, no se obtuvo el r&eacute;gimen ideal por el que propugnaron los l&iacute;deres restauradores. Nuevos problemas advinieron con la modernizaci&oacute;n econ&oacute;mica de finales del siglo XIX y la consolidaci&oacute;n del Estado nacional. Pero los mismos se dirimieron en nuestro propio espacio defini&eacute;ndose los agentes pol&iacute;ticos y sociales que fueron propugnando por nuevos avances o cuestionando la explotaci&oacute;n y la opresi&oacute;n.</p>

<p>El car&aacute;cter no concluido de los efectos de la Restauraci&oacute;n se ha perpetuado hasta el presente. Desde hoy estamos en condiciones de tener en perspectiva problemas y debates que han estado en la base del proceso hist&oacute;rico iniciado en 1863.</p>

<p>La Restauraci&oacute;n hoy<br />
Acaso el balance m&aacute;s crucial que ofrece el examen de los hechos radica en la unidad nacional como sumatoria de prop&oacute;sitos diversos que anima la constituci&oacute;n de sujetos que pueden sintetizarse en planos de ejercicio de una hegemon&iacute;a democr&aacute;tica, popular y progresiva.</p>

<p>Pero ninguna ense&ntilde;anza habr&aacute; que esperar de manera directa del estudio de la historia por cuanto el programa valedero de un nuevo orden s&oacute;lo podr&aacute; ser adecuado en la medida en que responda a las relaciones del presente hist&oacute;rico. Ahora bien, el presente est&aacute; construido sobre l&iacute;neas de fuerza provenientes del pasado, por lo cual el estudio de fen&oacute;menos como la Restauraci&oacute;n transmite un saber indispensable, que va m&aacute;s all&aacute; de la inspiraci&oacute;n, que abra las puertas a las resoluciones concretas y eficientes que hagan avanzar la historia por la acci&oacute;n aut&oacute;noma del pueblo y de los sujetos que se constituyen en su accionar.</p>

<p>Diversos corolarios deben ser extra&iacute;dos con vistas a la formulaci&oacute;n de lineamientos pragm&aacute;ticos que resulten del an&aacute;lisis hist&oacute;rico.</p>

<p>El primero y m&aacute;s claro es que los problemas de los dominicanos solo podr&aacute;n ser abordados fruct&iacute;feramente por los propios dominicanos y que el &uacute;nico escenario en que esto es posible es el del ejercicio de la autonom&iacute;a nacional. Seguimos siendo tributarios de la haza&ntilde;a de nuestros antepasados aunque las condiciones del mundo de hoy hayan experimentado cambios sustanciales.</p>

<p>Entre iguales<br />
Si bien las relaciones internacionales han afianzado la interdependencia entre los pa&iacute;ses, ninguna panacea es leg&iacute;tima a nombre de la globalizaci&oacute;n que comporta el recorte o la anulaci&oacute;n de las prerrogativas inherentes a la autodeterminaci&oacute;n nacional.</p>

<p>En todo caso, lo que est&aacute; postulado creativamente en el presente es la articulaci&oacute;n entre naciones iguales como instrumento para un orden superior.</p>

<p>La Restauraci&oacute;n, asimismo, provee insumos ideol&oacute;gicos que cuestionan las certezas vigentes del pensamiento &uacute;nico acerca de las bondades de la globalizaci&oacute;n. Ella fue una gesta porque los dominicanos prefirieron ser pobres para seguir siendo libres y consiguientemente desecharon, fruto de experiencias dolorosas, los parabienes del progreso que tra&iacute;a aparejada la dominaci&oacute;n extranjera.</p>

<p>Las situaciones hist&oacute;ricas no pueden extrapolarse, en el presente nos encontramos con un panorama por completo distinto y aun as&iacute; la Restauraci&oacute;n debe estar llamada a operar como referente dentro del decurso de nuestra historia para la construcci&oacute;n de un nuevo orden que culmine los dilemas y los debates de m&aacute;s de dos siglos.</p>

<p>Decisiones</p>

<p>&mdash; Ante el poder<br />
Los dominicanos prefirieron seguir siendo pobres para seguir siendo libres y consiguientemente desecharon los parabienes del progreso que tra&iacute;a aparejada la dominaci&oacute;n extranjera.</p>

<p>*Por Roberto Cass&aacute;</p>

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