Turno Libre

Volver al Malecón

Contrario a lo que se sostiene sobre la evolución histórica de la ciudad de Santo Domingo, en el sentido de que

Publicado: 19/01/2015

Volver al Malecón

<p>Contrario a lo que se sostiene sobre la evoluci&oacute;n hist&oacute;rica de la ciudad de Santo Domingo, en el sentido de que &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp; &nbsp;&nbsp;</p>

<p>su&nbsp;poblaci&oacute;n ha vivido de espaldas al mar, la evidencia emp&iacute;rica de m&aacute;s de una centuria desmiente este aserto. El Paseo Presidente Billini, nuestro primer Malec&oacute;n que rein&oacute; en solitario durante tres d&eacute;cadas, tuvo adjunto un Coliseo box&iacute;stico de W. Bernardino, el glamoroso Club de la Juventud y la Plaza del Fuerte San Jos&eacute;, con Faro instalado bajo B&aacute;ez. Signado por columna conmemorativa enclavada sobre el risco. En su acera Norte se emplaz&oacute; la Terraza Cremita, palco familiar cuna de sabrosos helados y batidos. M&aacute;s al oeste, en la curvita del rep&uacute;blico Espaillat &ndash;quien aborrec&iacute;a &ldquo;el vulgar merengue&rdquo;-, la Terraza Malec&oacute;n. Mirador privilegiado para registrar el vaiv&eacute;n coqueto del flujo peatonal vehicular, con fondo marino colgado y atardeceres encarnados en cinemascope.</p>

<p>En ese &aacute;ngulo nost&aacute;lgico, llander Selig y Viola fraguaron el Art Dec&oacute; del Epi Club, decorado con espl&eacute;ndidos murales brotados de la fronda tropical y la paleta m&aacute;gica de la Balc&aacute;cer, la Ada de endiablados Bac&aacute;s. Fina manteler&iacute;a ros&aacute;cea y alba, cuberter&iacute;a de plata. Luis Jos&eacute; Mella con Barroco 21 jazzeando el el&iacute;xir sonoro del ambiente. El Par&iacute;s de exilios izquierdistas del camarada Ilander, evocado gourmet, exquisito, con men&uacute; de colecci&oacute;n dise&ntilde;ado por la artista. En los 70 la oferta gastro del tramo germinal del Malec&oacute;n la supl&iacute;an La Bah&iacute;a, con una sopa Pal&uacute;dica salida de la olla para borrachos terminales, suculentos pescados y mariscos frescos. La Llave del Mar del locuaz capit&aacute;n Marte, narrador de aventuras a lo Jack London, con ejemplares de la fauna marina disecados pendiendo sobre los comensales, hoy hotel.</p>

<p>Para m&iacute;, ese tramo toca fuertes emociones. Llevado de la mano por mi madre, visit&aacute;bamos a las t&iacute;as Pichardo Soler, residentes en la Nouel a pocos pasos del Parque Independencia y en la calle Arzobispo Portes, cerca de la Puerta de la Misericordia. Desde este &uacute;ltimo destino, baj&aacute;bamos al Paseo a buscar mi recompensa: los apetecidos helados Cremita servidos en generosos copones met&aacute;licos, a degustar en la terraza. Luego el mandatorio recorrido costanero para contemplar los barcos y seguir el trajinar de pescadores en sus yolas retornando al atardecer. M&aacute;s all&aacute;, yo oteaba el horizonte y sus misterios. El otro premio lo proporcionaba la visita deleitosa al Parque Ramfis, con una inmensa piscina ovalada, juegos infantiles, gimnasio, pajarera y acuario, pista para bicicleta y patines. Me encandilaba su cautivante est&eacute;tica geom&eacute;trica y esos planos limpios, todo de cara al Mar Caribe. Como si fuera un gran portaviones de diversiones. Desafiante.</p>

<p>Era la antigua Plaza Colombina convertida en 1937 en hermoso y funcional Parque Infantil. Un proyecto ejecutado bajo la direcci&oacute;n de Moncito B&aacute;ez, dise&ntilde;ado por el arquitecto Guillermo Gonz&aacute;lez con decoraci&oacute;n primorosa de Henry Gaz&oacute;n, mi vecino de vaporosos sue&ntilde;os hechos realidad -el de la Casa Vapor. En el &aacute;ngulo suroeste de esta plaza, como s&iacute;mbolo viril de una urbe que resucitaba de sus fat&iacute;dicos escombros, se erigi&oacute; el Obelisco &ldquo;macho&rdquo;, conmemorativo del cambio de nombre a la villa del Ozama por Ciudad Trujillo (1936), dibujo de planos Alfredo Gonz&aacute;lez, c&aacute;lculos estructurales Antonio Thom&eacute;n, ejecuci&oacute;n impecable de Rafael Bonnelly, inaugurado con bater&iacute;a de ca&ntilde;onazos en enero 1937.</p>

<p>A la diestra de esta pieza monumental se levantar&iacute;a la sede central del &ldquo;glorioso&rdquo; Partido Dominicano (Rectitud Libertad Trabajo Moralidad: RLTM, Rafael Leonidas Trujillo Molina, para que no cupiera duda). De frente al mar &ndash;no de espaldas-, arquitectura de Henry Gaz&oacute;n y construcci&oacute;n de Rafael Bonnelly. Una maquinaria monol&iacute;tica estructurada para el control pol&iacute;tico de la dictadura.</p>

<p>Antes de traspasar este l&iacute;mite en direcci&oacute;n oeste, conviene consignar que frente al Placer de los Estudios se edific&oacute; en 1911, bajo el gobierno de Mon C&aacute;ceres, el Gimnasio Escolar, remodelado en 1920 y luego del cicl&oacute;n del 30. Un estadio ubicado entre la Jos&eacute; Gabriel Garc&iacute;a por el front&oacute;n norte y las calles Pina y Cambronal por los laterales, donde durante varias d&eacute;cadas se practicaron deportes incluido b&eacute;isbol, competencias atl&eacute;ticas y gimn&aacute;sticas, exhibiciones de destrezas ecuestres, con el masivo entusiasmo de los capitale&ntilde;os. La historia del deporte y los juegos ol&iacute;mpicos est&aacute; asociada a este h&aacute;bitat marino, como lo evidencia Gonzalo Mej&iacute;a en su formidable libro&nbsp;<em>El Deporte Dominicano y su Entorno hasta 1963</em>, con material fotogr&aacute;fico ilustrativo de las disciplinas que se practicaban. El Matadero, un s&oacute;lido edificio de ribetes cl&aacute;sicos remodelado y ampliado por el Ing. Osvaldo B&aacute;ez en los inicios del siglo pasado, ubicado en la terminaci&oacute;n de la Palo Hincado, no s&oacute;lo aliment&oacute; de carne a los habitantes de la urbe hasta su demolici&oacute;n en 1943 para empatar el Paseo Presidente Billini y la Avenida George Washington. Tambi&eacute;n dio muchas tripas que comer a la fauna marina costera.</p>

<p>Ni hablar del barrio festivo de La Misericordia, nucleado en torno a la famosa Puerta tan cara al estallido libertario febrerista y solar del Arzobispo Portes, de cuya multifac&eacute;tica din&aacute;mica da cuenta minuciosa Francisco Veloz Molina -padre memorioso de nuestro gran Marcio Veloz Maggiolo. En casa de mi bisabuela Gabina Garc&iacute;a &ndash;&ldquo;alta, blanca, muy hermosa, de ojos azules&rdquo; me la describi&oacute; admirado Cundo Amiama, madre del Dr. Abelardo Pi&ntilde;eyro, farmac&eacute;utico y pintor, y de los mellizos Luis Tem&iacute;stocles y Francisco del Castillo-, se refugi&oacute; la familia Veloz a ra&iacute;z del hurac&aacute;n que en 1894 asol&oacute; la ciudad en tiempos de Heureaux. Quien gustaba del sector, donde era popular, ya que ten&iacute;a una casa en el cuadrante en que se levant&oacute; el Club de la Juventud (19 de Marzo, Portes y Jos&eacute; Gabriel Garc&iacute;a), conocida como el Jard&iacute;n de Lil&iacute;s.</p>

<p>La Avenida George Washington se inici&oacute; en 1931 desde la Sabana Larga (Presidente Vicini Burgos) con los trabajos de desbroce y limpieza del litoral llevado a cabo por brigadas de presos y sus custodios auxiliados por yuntas de bueyes, tras San Zen&oacute;n. Al frente un joven temerario ingeniero municipal, Moncito B&aacute;ez (hijo del Ing. Osvaldo B&aacute;ez, de quien hered&oacute; la vocaci&oacute;n y las funciones), invadiendo sin permiso estancias solariegas de familias notables, hasta llegar con su impulso volc&aacute;nico a G&uuml;ibia. Opuestos activos Dami&aacute;n B&aacute;ez, presidente de la Suprema, los Galv&aacute;n, Lovelace y Vicini. Pero detr&aacute;s del profesional de 22 a&ntilde;os se coloc&oacute; el presidente Trujillo, quien le dobl&oacute; la dotaci&oacute;n de presos y le instruy&oacute; para detenerse s&oacute;lo si se lo ordenaba. La idea original era llegar hasta San Ger&oacute;nimo. Pero esta vez el clareado s&oacute;lo alcanz&oacute; hasta G&uuml;ibia.</p>

<p>La obra de construcci&oacute;n de este primer tramo de la Avenida George Washington fue asignada a la Oficina de Mr. Roger, ingeniero asesor de la Presidencia, en cuya plantilla laboraban los ingenieros Jos&eacute; A. Fern&aacute;ndez, An&iacute;bal Alfonseca, Desangles, entre otros, tal como lo consigna el pionero de los trabajos en su libro&nbsp;<em>Por qu&eacute; Santo Domingo es As&iacute;</em>. Previo a su inauguraci&oacute;n en febrero de 1936 el proyecto tuvo otros nombres: Avenida Colombina y Presidente Trujillo. Pero el &ldquo;Ilustre Jefe&rdquo;, en &ldquo;gesto magn&aacute;nimo&rdquo;, le cedi&oacute; el lugar a George, padre fundador y primer presidente de la patria que le puso el uniforme. Como har&iacute;a, con aguzado olfato geopol&iacute;tico, al designar US Marine Corp a la avenida que enlazar&iacute;a el Paseo Presidente Billini con el nuevo Puerto de Ciudad Trujillo, construido entre 1936-38. Al pie de la Fortaleza Ozama (Fort Ozama durante la Ocupaci&oacute;n), donde T hizo su carrera mete&oacute;rica como marine de la Guardia Nacional.</p>

<p>Justo hasta G&uuml;ibia lleg&oacute; este primer jal&oacute;n costanero de la Era. El balneario por excelencia de los capitale&ntilde;os, solar de paseos refrescantes, pasad&iacute;as, competencias en la playa, bailes, celebraciones patri&oacute;ticas como la efectuada al salir las tropas yanquis del pa&iacute;s en 1924. Lugar que inspir&oacute; con su magia seductora a poetas, enamor&oacute; a Cont&iacute;n Aybar de su apol&iacute;neo Biel, el joven marino que jugaba con las olas. Deslumbr&oacute; a refugiados europeos que arribaron en los 40, maravillados ante la belleza mulata y el tan-tan de los tambores afro. All&iacute; tambi&eacute;n, desde ni&ntilde;o, plant&eacute; mi huella nost&aacute;lgica&hellip;</p>

<p>Quien nos gobern&oacute; con pu&ntilde;o desp&oacute;tico por 31 a&ntilde;os fue un enamorado de ese litoral Caribe. Se apropi&oacute; de la casa quinta del empresario boricua Santiago Michelena para residir en ella, destin&aacute;ndola luego a Canciller&iacute;a. Hizo edificar el ic&oacute;nico Hotel Jaragua, inaugurado en 1942, donde acud&iacute;a habitu&eacute; a disfrutar de las orquestas de Alberti y Morel, con funciones en el Patio Espa&ntilde;ol. Lo mismo el glamoroso Casino de G&uuml;ibia (hoy penoso Club de la UASD) y la Estaci&oacute;n de Polic&iacute;a (Adrian Tropical). Sobre la calzada, bajo los almendros coloquiales devastados por la mediocridad municipal &ndash;pi&eacute;nsese en la famosa llave de agua como s&iacute;mbolo-, realizaba el dictador sus caminatas diarias con la fresca salitrosa. Expandi&oacute; la v&iacute;a llegando hasta la Feria de la Paz, una vanguardista ciudadela que todav&iacute;a perdura, pese a los zarpazos del tiempo, exhibiendo los talentos de nuestros mejores arquitectos. Levant&oacute; el Banco Agr&iacute;cola. Prolong&oacute; el paseo hasta la Feria Ganadera y m&aacute;s all&aacute;. Donde un 30 de mayo encontr&oacute; la justa muerte, la que ten&iacute;a merecida por sus macabros desmanes.</p>

<p>Antes de quemarse en el infierno, disfrut&oacute; como el que m&aacute;s los desfiles de adhesi&oacute;n a los que nos ve&iacute;amos obligados, como el del Mill&oacute;n. El Corso Florido de Angelita Primera, su preferida, que viv&iacute; infante desde la tarima contigua a la suya, tras ser introducido ante &ldquo;el Jefe&rdquo; por mi primo doble C&eacute;sar Augusto Piantini del Castillo, mi entra&ntilde;able Bon, con don Cucho cari&ntilde;oso a su lado.</p>

<p>Por esta y otras historias que ya he contado antes &ndash;cada generaci&oacute;n reivindica la suya-, me duele el descuido oficial en que se halla hoy esta v&iacute;a esencial de nuestra urbe. Aunque, al decir nerudiano, &ldquo;nosotros los de antes ya no somos los mismos&rdquo;, me resisto a morir con el Malec&oacute;n.</p>

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