A 60 años del "territorio libre antitrujillista de la calle Espaillat"
Escrito por la redacción el Viernes 22 de Octubre del 2021.

Por SANTIAGO CASTRO VENTURA 20-10-2021 00:04

Tras el inmenso aporte del grupo de valientes que ajustició al tirano Trujillo, la juventud dominicana entendió que había llegado la hora de tomar las calles como las olas de un mar irrefrenable para lograr el rescate de las libertades públicas, que Balaguer y Ramfis Trujillo pretendían mantener eclipsadas. Desde la universidad se inició la lucha derrumbando la estatua de Trujillo (autoproclamado rector ad vitam) y reclamando la salida de su familia y la autonomía. A esto siguió una larga carrera de la multitud estudiantil tras el rector trujillista Machado, que debió poner los pies en polvorosa. Balaguer ordenó el cierre de la universidad, tratando de obstaculizar la marea incontenible por la libertad. Los estudiantes de la Normal (mal llamada Presidente Trujillo) se lanzaron a las calles en unión de los estudiantes del liceo intermedio Argentina y con los universitarios la lucha alcanzó niveles epopéyicos.

El día 20 de octubre en la parte baja de la Capital, la jornada antitrujillista ascendió a una  temperatura muy elevada, principalmente en la emblemática calle Del Conde. La juventud enfrentaba con valor a la policía política al compás de las consignas: «Libertad que no la hay» y «Balaguer muñequito de papel». Tras múltiples refriegas con la policía que pretendía contener la efervescencia irreversible, en horas de la tarde los jóvenes decidieron tomar como baluarte la calle Espaillat desde la arzobispo Nouel de Ciudad Nueva. La vía  fue bloqueada con todo tipo de obstáculos y alambres y los muchachos subieron a las azoteas con el respaldo de los vecinos. Se declaraba la zona: «Territorio libre del trujillismo».

Piedras, botellas y pedazos de hierro de las tapas de alcantarillas del acueducto que tenían el nombre gravado de Trujillo, fueron las “armas” de los jóvenes contra las metralletas policiales. Para Ramfis y Balaguer se tornaba intolerable que unos “jóvenes imberbes pretendieran desafiar la paz de Trujillo”. Ordenaron reprimir a sangre y fuego a los manifestantes, que originalmente solo vociferaban consignas reclamando la vigencia de las libertades públicas. Se presentó un enorme contingente policial al mando del coronel Caonabo Fernández, (Marcos Jorge Moreno era el jefe de la policía) junto a otros oficiales muy represivos como Tuto Colón y los paleros de Balá.  Centenares de jóvenes desde las azoteas desafiaron el poder prepotente y decadente del trujillismo.

El fallecido «teórico» Jimmy Sierra, era un adolescente atrevido que se integró a la protesta juvenil, en su libro Yo estaba allí,  refirió que lo ayudaron a subir a la azotea de la casa número 46:

“Ya arriba, pude darme cuenta de que en casi todas las azoteas había gente. ¡Jóvenes! Y Montones de piedras”.

“Eran como las cuatro y media de la tarde. El Sol aún proyectaba sus rayos. Las sombras no llegaban, porque una nueva era estaba comenzando. A piedras y a gritos la libertad era convocada. A sangre y a balas se pretendían perpetuar las cadenas”.

“A eso de la cinco vi asomarse, en la esquina Padre Billini, a un contingente armado. Y la lluvia de piedras.

¡le respondieron con balas!

Tiramos nuestras piedras,

¡Y nos lanzaron balas!”.

A las cinco de la tarde con escaleras del cuerpo de bomberos se inició la embestida mayor contra los manifestantes, fueron asesinados los jóvenes: Tirso Roldan Vargas Almonte y José Cerda, heridos de gravedad fueron lanzados por la policía desde una azotea a la calle,  se asegura que los parroquianos vieron a los agentes policiales cargar más muertos, fueron apresados y heridos más de 50 jóvenes.

Pretendiendo que estaban en una guerra, las fuerzas represivas se presentaron al hospital Padre Billini (en la calle Santomé, paralela a la Espaillat) para penetrar a la azotea del centro y dispararles de espaldas a los muchachos. El personal médico encabezado por el inolvidable maestro de la ortopedia Pedro Green (que en aquellos momentos era un joven médico) se opuso a que el local del hospital sirviera de trinchera traicionera a las fuerzas policiales, y los médicos fueron agredidos. Siempre conversaba temas históricos con el querido y polémico maestro Green, pero nunca me puso el tema, con la modestia que lo caracterizaba.

Tras una heroica resistencia la protesta fue neutralizada a fuerza de balas, decenas de heridos, muchos de gravedad, lanzados desde las azoteas. Entre los heridos y apresados el reconocido oftalmólogo Anulfo Reyes (luego guerrillero en la jornada dirigida por Manolo en 1963 y presidente del CMD) conducido al hospital militar Marion fue suturado sin anestesia, al igual que sus compañeros. También fue apresado Otto Morales, quien posteriormente ascendió a líder del MPD, asesinado por la tiranía balaguerista, y el conocido comunicador Ercilio Veloz Burgos.  Todos fueron sometidos a los tribunales trujillistas.

El presidente de la República Joaquín Balaguer, elogió la masacre policial en un tristemente célebre discurso, pronunciado dos días después de los trágicos acontecimientos, entonces Balaguer manifestó:

“Sean mis primeras palabras para felicitar calurosamente a la Policía Nacional por la ejemplar conducta que observó desde las explosiones de violencia que han ocurrido en los últimos días en diferentes localidades del país”.

“Es la primera vez, en la historia del país, que las fuerzas del orden ofrecen a la ciudadanía un ejemplo de civilidad que honraría a los cuerpos castrenses de los países civilizados de la tierra”.

“El hecho de que varios agentes de la policía se hayan excedido en el cumplimiento de sus deberes, como ocurrió la tarde del 20 del mes en curso en la ciudad de Moca, no resta méritos a la abnegada conducta cívica y al inmaculado espíritu de tolerancia con que en la capital de la República  y en las demás ciudades del país actúan los miembros de esa institución que acaba de escribir una página de honor en la historia de la Fuerzas Armadas nacionales”.

Para Balaguer la policía trujillista había ofrecido una demostración de ejemplar conducta, cuando ametralló a los jóvenes de la calle Espaillat. Tratando de soslayar el incidente, solo hacía referencia a represalias policiales en Moca. Un acontecimiento que conmovió al país y repercutió en el exterior era minimizado por Balaguer.  Hasta John Bartlow Martin, próximo embajador de Estados Unidos, que estaba en la ciudad representando al presidente Kennedy en negociaciones, se hizo eco del fatídico ametrallamiento cuando apuntó en su libro: “Hubo revueltas esporádicas. Las tropas dispararon contra los estudiantes que estaban en los tejados de las casas de la calle Espaillat. […]

Cayetano Rodríguez del Prado, que ya conocía las torturas del presidio de la 40 y quien sería en el futuro próximo un líder estudiantil, como persona “fichada” fue apresado al ordenarse una redada contra opositores por la histórica protesta de la calle Espaillat.  Rodríguez en su penetrante obra Notas Autobiográficas,  se refiere a la famosa alocución:

“Este discurso de Balaguer lo escuché en el radio del carro policial donde me llevaban de nuevo a la cárcel acusado de tener participación en las movilizaciones populares que por todas partes sacudían al país […].

Pensaron con el cierre de la universidad y el ametrallamiento a la juventud concentrada el 20 de octubre en la calle Espaillat, paralizarían el ascendente  movimiento popular que demandaba el cese de la barbarie de Estado. Finalmente fueron vencidos por la resistencia popular. ¡La gesta patriótica del 20 de octubre de 1961 coadyuvó a sepultar los intentos desesperados de los remanentes del trujillato de prolongar la tiranía sin Trujillo!.

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