Cultivé una sólida amistad en base a los principios revolucionarios con Tancredo.

Fue de esos revolucionarios que asumió con alto sentido de responsabilidad todos los compromisos que les fueron asignados.

Y lo hizo con alegría y con un temple de antología, sin importar los riesgos, ni la magnitud de los sacrificios.

Tenía un trato excepcional con sus amigos y nunca se distanció de ellos por diferencias tácticas.

Tancredo Vargas es un referente inmenso, gigante, imposible de borrar con el transcurrir de los tiempos.

Es el tipo de revolucionario que tenemos que forjar para poder coronar victoriosa la causa emancipadora de los explotados y oprimidos de la tierra.

Él fue un revolucionario en todas las dimensiones: unitario, combativo, firme, valiente, humilde, desprendido, solidario, internacionalista y amante sin límites de su pueblo.

Su partida nos dejó una herida que jamás ha dejado de sangrar.

Por su entrega, por toda su dignidad humana y revolucionaria, debemos situar a Tancredo Vargas, como un referente a ser respetado y admirado eternamente, en todas las generaciones del presente y del porvenir.

Si construyéramos una amplia y sólida unidad revolucionaria y democrática en la presente coyuntura (y que traspase la misma) estaríamos rindiédole un pequeño pero merecido homenaje a Tancredo Vargas y a su ejemplo en este sexto aniversario de su desgarradora partida.